San Sebastián es aquella ciudad que cuando conoces por primera vez te enamora y cuando tienes un hueco siempre quieres regresar. El casco antiguo (a pesar de que no hay edificios demasiado viejos debido a los sucesivos incendios) es una preciosidad, sin lugar a dudas uno de los mejores sitios en los que realizar turismo activo.

La Calle Mayor es la única que aún conserva edificaciones anteriores, donde se encierra la esencia del San Sebastián histórico. Al fondo de la calle se encuentra la Iglesia de Santa María, del siglo XVIII, donde reposa la Virgen del Loreto, patrona de la ciudad. Muy cerca de aquí nos topamos con la Iglesia de San Vicente (siglo XVI), una de las más antiguas de San Sebastián y construida bajo los auspicios del austero gótico de esos años. En su fachada, parece que se conservan elementos de tipo fortificado, que recuerda el carácter de plaza militar que el lugar poseía en el medievo.


Disfrutando de San Sebastián

 

Lo malo de este viaje fue el tiempo, que nos jugó una mala pasada y no pudimos contemplar el total del patrimonio de Donosti. Eso sí, no dejamos de ver el Museo de San Telmo, situado justo enfrente de San Vicente y los pies del monte Urgull. Su Claustro (sí, sí, claustro, puesto que el museo se edifica sobre un antiguo monasterio dominico), de carácter renacentista no deja indiferente a nadie.

Por cierto, si te entran ganas de comer, estás en uno de los lugares más adecuados, no en vano la cocina vasca tiene una más que merecida fama. A mí por ejemplo, me gusta pasar por el restaurante Urganin, pero San Sebastián está lleno de fantásticos restaurantes, sólo hay que dar con ellos, pues, además, puedes acompañar la gastronomía con una buena ruta de enoturismo.

Nos dirigimos al monte Urgull, donde por primera vez descubrí el Cantábrico en toda su plenitud. El Castillo de Santa Cruz de la Mota, fortificación que se remonta al siglo XI, y hoy parque municipal nos dejó atónitas a mi amiga y a mí. Todo el monte está adaptado como zona peatonal, y son varios los paseos que lo cruzan. Bajamos por el Paseo Nuevo, travesía que sirve de frontera entre el mar y la tierra. El viento allí azota con fuerza, y por un momento ¡pensé que saldría volando! Pero sólo por el espectáculo de las olas rompiendo en la roca, merece la pena el paseo, os lo aseguro.


Unas playas únicas

 

Y, ¿qué puedo decir de la  playa de La Concha que no se haya dicho ya? Una de las razones por las que no vimos más de San Sebastián ciudad es porque nos pasamos las horas en su playa: paseando, charlando, al sol escuchando el sonido de agua... Una playa única para una ciudad única.

La última hora de la tarde fue para pasear por El Boulevard, el que podemos considerar como eje diferenciador entre la Parte Vieja y el Ensanche. En esta zona cabe señalar el Ayuntamiento, antiguo casino que, según nos contaron, fue punto de reunión de los jugadores europeos durante la Primera Guerra Mundial, al cerrarse los casinos franceses. A este casino acudieron políticos, reyes, artistas... E incluso la legendaria espía Mata-Hari pasó sus últimos momentos en San Sebastián, antes de machar a Francia donde la esperaba la pena de muerte por traición.

La mañana del segundo día nos levantamos con ganas de pasear y pocos lugares son más apropiados para ello que San Sebastián. Elegimos la zona de los Ensanches  para comenzar, nos quedaba un largo día... En estas calles imperan los estilos mayoritarios de la época, Neoclasicismo en el primer tramo del Ensanche y Eclecticismo en Amara.

Fin de semana especial

 
En el Ensanche de Cortazar, delimitado por la Avenida de la Libertad, el paseo de la Concha y el paseo de la República Argentina, cabe destacar la Plaza Guipúzcoa, muy similar a la de la Constitución. Aunque eso sí, lo que más me dejó impresionada fue el Teatro Victoria Eugenia y el Hotel María Cristina, marcos de excepción. Ambos edificios nacen de una idea común en el 1909 del arquitecto francés Charles Meurres, auspiciados por la entonces influyente "Sociedad del Comercio", que financió gran parte de la remodelación de la ciudad a principios del siglo XX. Si sus paredes hablaran, el Hotel y el Teatro nos contarían aventuras de espías, amantes y un sinfín de enredos políticos... que tuvieron lugar entre sus muros.

Por la tarde decidimos comer en la playa no hay sitio mejor para pasar una tarde de domingo. Ahora entiendo a la reina María Cristina en su decisión de elegir San Sebastián como lugar de vacaciones de la Corte... La reina mandó construir el Palacio de Miramar, precisamente para esos días de tiempo libre de los que disfrutaba en esta tierra. El palacio no esta nada mal: siguiendo el modelo inglés, cuenta con parque, jardines, varios edificios independientes... Se asienta sobre la antigua iglesia de San Sebastián (sobre el siglo XI) y era lugar de reposos de peregrinos en el Camino de Santiago.


Palacio de Miramar

 

En la playa de nuevo, nos llegó la hora de irnos, ¿entiendes ahora el porqué de mi continua vuelta a San Sebastián? Y aún así todavía me quedan por visitar los "cubos" de Moneo, el grupo escultórico del Peine del Viento de Chillida, El Monte Igeldo, la Isla de Santa Clara, el Barrio de Gros... En fin, disfruta del senderismo urbano y hasta la próxima ruta.