El viernes decidimos que el fin de semana deberíamos hacer algo distinto, algo de turismo activo, pues no queríamos quedarnos en nuestra ciudad. Por esta razón uno de nuestros amigos nos sugirió ir a conocer su pueblo, pues él es malagueño. Emprendimos rumbo al sur, donde el clima y sus gentes son de lo más agradables.


Rincones hermosos

De camino, cuando ya habíamos pasado Despeñaperros y nos adentrábamos en la provincia de Jaén, pudimos apreciar, desde la ventanilla, cómo la orografía andaluza empezaba a marcar sus trazos absolutamente personales, inconfundibles. Cada vez estábamos más cerca de Ronda, y los carteles indicativos de la carretera nos señalaban mil flechas que llevaban a distintos lugares de Andalucía.

Y es que Ronda, al estar enclavada en el noroccidente de la provincia de Málaga, se convierte en punto de referencia inigualable para conocer desde ella toda la tierra andaluza, ya que desde allí, Sevilla se encuentra a menos de dos horas, Granada, a una hora y cuarto, Málaga, a 50 minutos, y Córdoba, a poco menos de hora y media.


Ronda es una ciudad con encanto

Llegamos a Ronda, nos recibía risueña y anochecida, oliendo a naranjo. Nuestros amigos, aguardaban para recibirnos en la Plaza de España, donde, muy cerca del Parador Nacional, en la calle José Aparicio, nos esperaba una cena de bienvenida en el restaurante "Tragabuches". Se nos agasajó con un menú degustación de la alta cocina que sirve esta casa, como muestra de la gastronomía rondeña. Rica en colores, servida en vajilla de líneas sencillas y de tendencia. Los platos conjugaban gustos distintos de forma magistral, optando por la mezcla audaz de sabores diferentes al punto justo y decorados en exquisita estética. 

En las calles aledañas a la Plaza de España se concentra la vida nocturna de la ciudad: bares de copas, de tapas y discotecas, de esta ciudad que sueña despierta, noche a noche, apurando intensamente cada minuto hasta que rompe el alba. La calle Nueva, la de Villanueva, que se pintan de cal la cara y se enrejan de geranios, viven el trasiego de su gente por el día, y la jarana por la noche, de un pueblo alegre y caluroso, el rondeño, que sabe disfrutar de lo suyo y entender la vida con temperamento.

Por la mañana, después de tomar un rico y variado desayuno vimos cómo se despertaba la ciudad. Caminamos por San Antonio, una de las calles del ramillete cartográfico que se encuentra en el casco viejo de Ronda y que luce las fachadas típicas de allí, blancas y enrejadas, con la calzada empedrada, en la que se concentran establecimientos de artesanía y de decoración rondeñas.

El Parador Nacional de Ronda goza de una situación privilegiada, porque se encarama al Tajo de Ronda, monumento de la naturaleza que es, sin duda, el distintivo emblemático de la ciudad. Sin lugar a dudas, es una ciudad vieja, insertada en una comarca milenaria, que esconde tesoros de arte desde la prehistoria.


Descubre el parador

El casco urbano de Ronda se siembra de yacimientos arqueológicos pero sólo a 22 km,  se abre una oquedad milenaria, la Cueva de la Pileta, que alberga el conjunto de pintura rupestre del Paleolítico y Neolítico Superior, catalogado como el más importante de la comunidad autónoma andaluza. A 12 km de la urbe, en la serranía rondeña, descansa el Acinipo o "Ronda la Vieja", antigua ciudad romana, que rescata de las fauces del tiempo, que todo lo devora, su teatro, su foro, y sus termas. Antes de los romanos, Acinipo asentó un poblado prehistórico, del que se rescatan algunos restos que el visitante puede contemplar.

Recorriendo la ciudad nos dio el mediodía por lo que, mientras respirábamos el aire dulce de la sierra, nos pusimos a comer.  Anduvimos sobre nuestros pasos hasta llegar al Paseo de Blas Infante, al Restaurante Jerez, donde pudimos saborear un menú degustación digno de los mismos virreyes moros. Los platos, presentados con exquisita estética, ofrecían al paladar sabores tradicionales de la cocina andaluza en una excelente preparación. Las carnes, tiernas y sabrosas. Pudimos disfrutar del enoturismo de la tierra de reserva del 95 de un buquet diferente, oloroso, que, sin duda, amplía el abanico de excelentes caldos a exportar en nuestro país.


La ciudad de noche

Una vez terminamos de comer nos decidimos por continuar recorriendo los inmensos caminos que nos ofrece Ronda y por la tarde nos decantamos por una pequeña parada y tomarnos un café aromático y calentito. Ronda goza de un entorno natural extraordinario, pues la envuelve entre los Parques Naturales de las Sierras de las Nieves y el de la Plaza de Pérez Clotet Grazalema, ambos declarados reserva natural de la biosfera por la Unesco. Esta última entierra un complejo de espeleología, el Hundidero-Gato, que atesora restos neolíticos, cifrados del 8.000 al 5.000 a.c.

Los pueblos de la Sierra se drenan por los ríos Guadiaro y Genal que convierten sus valles en auténticos paraísos naturales, de tupida vegetación y fauna autóctonas. Un dato muy relevante respecto de la dotación arbórea de Ronda es su posesión de bosques de Pinsapos, ejemplar autóctono de la Serranía que tan sólo se conserva aquí y en Marruecos. Se trata de una especie autóctona milenaria, y extinguida, procedente de la era terciaria. Este marco descrito, posibilita a Ronda la práctica de muchos deportes, tales como la espeleología, el senderismo, la caza, la pesca y el parapente


Calles de Ronda

Era nuestra última noche en Ronda y tuvimos que retirarnos a dormir de mala gana, pues estábamos de lo más a gusto. Al día siguiente, nos levantamos tardísimo y tristes, pues no queríamos abandonar la ciudad que tanto nos encandiló... Volveremos, seguro.