Bienvenidos a Murcia, una ciudad que no deja de deparar infinitas sorpresas para aquel que decide acercarse a sus callejuelas y avenidas. Una ciudad de contrastes, que guarda secretos y tesoros que seguramente mucha gente no espera, una ciudad que parte de un asentamiento romano, fundada oficialmente en el 825 por orden Abderramán II.

Y la mejor manera de conocerla es contratando un recorrido junto a la compañía de una guía federada, con titulación específica, que os llevará por algunos de los lugares más significativos de la ciudad.

El trayecto, que se alarga hasta las dos horas y media de duración, arranca en la Plaza Cardenal Belluga, enfrente de la Oficina de Turismo. La guía será fácilmente reconocible tanto por su acreditación oficial como por portar un paraguas de color azul. Inconfundible.

Con una persona será suficiente para realizar el tour. Y visitaremos algunos de los lugares más icónicos de la capital, la denominada como Murcia antigua, como la susodicha Plaza Cardenal Belluga, espacio en el que se ubica la Catedral de Santa María, una joya del barroco español de visita obligada para cualquier turista que se aproxime a Murcia.

Como la Plaza de la Glorieta de España, enfrente del Ayuntamiento, de ahí nos dirigiremos al Paseo del Malecón, donde se encuentran los jardines y la Portada del Huerto de las Bombas.

Tras la explicación pertinente, nos desplazaremos caminando hasta la Muralla de las Verónicas, las que fueron en su época las murallas que recorrían el perímetro de la Murcia musulmana, continuaremos hacia la Plaza de Santo Domingo, lugar en el que se encuentran el Real Casino de Murcia y la famosa Calle de Trapería.

Otros sitios de interés son el Puente Viejo o Puente de los Peligros, el Teatro Romea o el Palacio episcopal de la Diócesis de Cartagena. Pero el punto fuerte es, sin duda, el Real Casino de Murcia, al que accederemos y del que os contaremos detalladamente su historia. Este edificio de corte modernista puede jactarse de ser el edificio civil que más curiosos visitan en toda Murcia. 

Tendréis que verlo con vuestros propios ojos para entender el porqué. Por dentro es una auténtica pasada, con una mezcla de estilos en los que confluye el neomudéjar y el rococó. Seréis testigos directos de la opulencia de la que hacía gala la aristocracia allá por el siglo XIX.

Pinta bien, ¿no? Os dejará maravillados.