La playa es un atractivo ideal para poder desconectar de la rutina diaria y aprovechar para hacer algo de turismo activo. Cuando estamos hartos de la contaminación, del trabajo o del estrés, buscamos un lugar con mar, donde relajarnos, donde olvidarnos de todo. La costa nos proporciona todo el relax que necesitamos y hace que volvamos de nuevo al trabajo con las energías renovadas.


Alicante es más que tumbarse al sol

Elegimos lugares cálidos, como la costa suroeste de España. Unos prefieren combinar esas horas de paz y tranquilidad por el día, con unos ratitos de fiesta hasta altas horas de la madrugada; y otros, en cambio, buscan ese desasosiego tan añorado durante el resto del año. Alicante es una zona costera que podría encajar más con el primer tipo de personas que hemos descrito, pero, lo cierto es que sus alrededores ofrecen una serie de  alternativas para todos los gustos.

300.000 habitantes para una ciudad que combina modernidad con clasicismo, naturaleza con grandes construcciones hoteleras, que son el símbolo del despertar económico de nuestro país. Pero, igualmente, posee una larga historia que se remonta, nada más y nada menos, que al tercer milenio antes de cristo.

Llegamos muy temprano a la ciudad y enseguida empezamos a notar ese calor tan distinto al que estamos acostumbrados. El solar que hoy ocupa Alicante, a poniente del casco antiguo, fue el barrio de Benalúa en el que, desde hace un siglo, vienen apareciendo restos romanos y además, en la cercanía de la estación del ferrocarril de Murcia, apareció una inscripción dedicada a Marco Aurelio y Cómodo por el Municipio de Lucentum, que es el nombre primitivo de la ciudad.


Una ciudad frente al mar

En la segunda mitad del siglo VIII, la instalación de un contingente de árabes, sirios y norteafricanos, se emplaza en las fincas de campo al pie del monte Benacantíl, en cuya cima ya existía de tiempo un pequeño fortín. De este primitivo establecimiento altomedieval se va desarrollado la que, con los siglos devendrá la actual ciudad, que en el siglo XI tenía mezquita con púlpito, según testimonio de Al-Edrisí, y en épocas posteriores será un puerto importante para la exportación de cordajes de esparto y sosa.

Posteriormente exportará también vinos y en el siglo XVIII el puerto alicantino tiene su apogeo.  Y ya en los siglos XVIII y XIX el crecimiento de la importancia comercial de la ciudad se hace notorio y así consigue convertirse en 1833, en cabeza de la provincia recién creada. Testigo que traspasa a nuestra época contemporánea, en la que ha logrado hacerse un hueco en la lista de lugares ineludibles para todo viajero.

Lo que, desde luego, no podíamos perdernos era un primer paseo por el Parque de Canalejas, el más antiguo que se conserva. Pero el más popular de los paseos alicantinos es sin duda alguna la Explanada de España, ubicada sobre el antiguo malecón portuario, se ejecutó según proyecto redactado en 1867 por el arquitecto José Guardiola Picó.


El Castillo de Santa Bárbara

Pero nuestra pretensión aquel día, después de comer una magnífica paella en un restaurante del paseo marítimo, no era otra que visitar la Playa de San Juan, que, de norte a sur, es la primera de las playas que nos encontramos. Amplia, de cinco kilómetros de longitud y considerada de las mejores de toda España por extensión, cuidado y servicios.

Esta playa enlaza hacia el norte con El Campello, donde hay pequeñas pero fantásticas calas y una playa que también se caracteriza por su cuidado y servicios. No sabíamos por cuál de ellas decidirnos para hacer algo realmente excitante: windsurf. Como no teníamos experiencia algunos de mis compañeros de viaje y yo debíamos tomar una pequeña clase de aprendizaje en la materia.

Por la noche decidimos salir a disfrutar de la noche alicantina y nos dimos cuenta de que el puerto tiene gran importancia, pues es un gran centro de paseo turístico, lleno de tiendas, restaurantes, cafeterías y, por supuesto, de barcos

Al día siguiente amanecimos con la intención de volver a recorrer la zona y después de acercarnos a los destinos culturales de visita obligatoria en Alicante, como la Iglesia de Santa María, el Museo de la Aseguradora o la Catedral San Nicolás, construida desde principios del siglo XVII,  recorrimos de punta a punta el Mercadillo de Campoamor, situado cerca de la Plaza de Toros. Lo que pudimos observar y comprar, pues no podíamos contener nuestras ansias de llevarnos todo, era una extensa marroquinería con los productos artesanos de la zona.


El Mar Menor es un buen destino de viaje



Y nuestra visita acabaría con un saludo al Castillo de Santa Bárbara, situado en la cumbre del Benacantil, sobre el mar. Desde ahí pudimos ver la ciudad de Alicante que desde muy antiguo tuvo carácter de fortaleza militar, levantado por los árabes, paso posteriormente a dominio de castellanos, aragoneses, franceses, ingleses, Austrias y Borbones.

Desde luego, el mejor colofón para nuestro viaje, admirar una postal preciosa de la ciudad, no hay nada mejor que eso, excepto, claro está, la paella. Volveremos a repetir.