Eduard es de esas personas con las que hablas por primera vez y desde el minuto 1 sientes como si le conocieras de toda la vida. Transmite cercanía, amabilidad, naturalidad, sinceridad... y resulta tan familiar que casi asusta.

Eduard en sus comienzos


A sus 91 años está lleno de ilusiones, sigue admirando el mundo submarino tanto como la primera vez que se puso unas gafas de buceo y entre sus amigos los peces se encuentra como en casa.

No te pierdas la historia de una de las leyendas vivas del buceo español.

Sumergido en aguas


Yumping.- Eduard, lleva dedicado al mundo del buceo desde hace casi 67 años. ¿Cómo recuerda los inicios?
Eduard Admetlla.-
Como una de las etapas más bonitas de mi vida. No es frecuente descubrir un mundo nuevo, porque piensas que ya está todo descubierto pero, de repente, un día me puse unas gafas y vi el fondo del mar. No eran muchas las personas que tenían gafas submarinas en aquella época, era algo desconocido entonces.

Para mí fue un mundo nuevo que nunca dejé, pues llevo desde los 24 años en él y a día de hoy sigo buceando.

Fueron unos inicios apasionantes, no había material, tenías que inventarlo todo tú y apañarte: gafas, tubo… Iba descubriendo lo que necesitaba y me lo iba fabricando, pues antes no había nada.

Eduard Ametlla


Y.- Hace tantos años quizá este deporte estaba reservado sólo para unos cuantos. Han mejorado los equipos, se han descubierto nuevos destinos, quien más o quien menos ha tenido un contacto con este deporte… ¿Qué opina del mundo del submarinismo en la actualidad?
E.A.-
Antes era una especialidad desconocida, misteriosa, con la aureola de gran riesgo pero ahora se ha convertido en un deporte de masas. Cada semana voy a las Islas Medas, que es una reserva marina, y hay concentración de submarinistas, es excesivo, es muy conocido... Incluso cualquier niño de 7 años ya tiene equipo de buceo, lo que antes era impensable.

Ha desaparecido en parte la aureola de riesgo, hay cursos donde te enseñan todo, no sólo las técnicas, sino también las reglas y normas que, todo hay que decirlo, no siempre se respetan.

Está muy bien que se conozca el mundo del buceo, pero quizá la parte negativa sea que hay mucha gente que lo practica. He visto a personas hacer cola, los centros van saliendo en barcos por turnos… Llega un momento que dices: ¿no será este un camino equivocado?

A punto de hacer una inmersión


Y.- Estamos ni más ni menos que ante el inventor de las cajas estancas para las cámaras de fotos subacuáticas y fue usted quien ideó la escafandra autónoma, variación de la creada por el dúo Cousteau-Gagnan. ¿Cómo decidió dar ese paso?
E.A.-
Fue una auténtica odisea. Tuve la oportunidad de probar la escafandra que venía de Francia, de respirar bajo el agua por primera vez (yo venía de la pesca en apnea) y cuando vi que pude respirar dije: ¡yo quiero una escafandra para mí! Así que la diseñé, hice la patente de invención y la creé.

Fue una odisea, buscaba material por todas partes, ¡hasta un día a las 3 de la mañana saqué la varilla de la cortina! Pero claro, cuando mi mujer lo vio al día siguiente… (risas). Pero es que no sabía de dónde coger materiales para fabricar el equipo.

Incluso fui a una empresa que por aquella época fabricaba extintores, le metimos aire comprimido, cogí un regulador de gas doméstico y poco a poco me lo monté. ¡Hice una inmersión con un equipo de extinción de incendios! Al final llegué a sumergirme los 50 metros de forma artesanal.

Con sus amigos los tiburones


La patente se impulsó, se comercializó… y ahora las hay para todos los gustos: de aluminio, de acero, hay trajes de goma verdes, amarillos… (risas).

Y.- Y por si fuera poco, es el primer buceador que consiguió bajar hasta los 100 metros de profundidad con botellas de aire comprimido, aun a riesgo de no vivir para contarlo. ¿Qué significó para usted?
E.A.-
Aquello fue muy significativo, pero no solo para mí sino para el buceo, pues fue una forma de empezar la carrera submarinista. Había antecedentes, de hecho el francés Cousteau fue el primero que lo intentó, pero bajó a 90 metros; un americano también lo intentó e incluso sobrepasó los 100 metros… pero no subió a la superficie. El tercer hombre fui yo.

Pensé en hacer una inmersión bien hecha, comprobable, así que me fui a Cartagena, a la escuela de buzos de la armada para que lo certificaran y todo salió muy bien.

Esa hazaña fue el pie que el buceo necesitaba para empezar a desarrollarse.

En una inmersión de buceo


Y.- Otra de sus grandes pasiones es el cine y la fotografía subacuáticos. ¿Cómo se inició en este mundillo?
E.A.-
Un pionero en algo es alguien que ve algo que nadie ha visto aún. Así que en ese momento quieres explicar muy bien qué hay bajo el mar, se lo vas contando a la gente pero vi que las personas a las que contaba mis experiencias captaban mis explicaciones, sí, pero querían verlo.

Fue entonces cuando comencé a hacer fotos y vídeos. Años más tarde entré en contacto con televisión y estuve 15 años realizando series de documentales submarinos junto a Televisión Española.

En aquella época tenía un puesto de trabajo muy importante, de directivo en una empresa grande. Pero Tve habló conmigo y me propuso el proyecto; con 50 años pedí una excedencia para grabar las series de televisión y empecé a trabajar en lo que me gustaba. Eso sí, era un trabajo, no era fácil, si no la televisión no te aceptaba las grabaciones y hay que tener una plena dedicación, no valen las vacaciones. Alguien te firma un contrato y tienes que cumplir y eso es lo que hice.

Eduard Admetlla bajo el mar


Todos me decían que estaba loco en abandonar mi carrera profesional, incluida mi mujer, pero lo recuerdo como la mejor época de mi vida, donde mejor lo he pasado. Si no lo hacía en ese momento no lo iba a hacer nunca.

Era maravilloso. Ten en cuenta que pensaba en un destino, daba presupuesto a televisión, ellos lo estudiaban, me aceptaban el presupuesto y nos juntábamos un grupo de buceadores expertos.

Íbamos a los sitios que queríamos a hacer lo que más nos gustaba… como jugar al póker sabiendo que vas a ganar (risas). En esa época me pude dedicar de lleno a bucear y filmar, fue increíble.

Y.- ¿Qué quería transmitir con ello?
E.A.-
Lo bonito e interesante que era y que al menos el que quisiera pudiera ver lo que podía ver yo. Mucha gente sintió afán por conocer el fondo del mar y a mí me entró obsesión de conocerlo y de que la gente pudiera tener la misma experiencia que yo.

Por ahí me llaman el “Cousteau español”, pero sinceramente no me gusta mucho, porque además de que no tengo nada que ver, yo tuve que trabajar mucho y muy duro para seguir adelante, él lo hizo más comercial y le ayudaron mucho con ello.

Eduard impartiendo una conferencia


Y.- En 1954 fundó el C.R.I.S. (Centro de Recuperación y de Investigación Submarino), ¿por qué vio esa necesidad?
E.A.-
Al principio yo me metía solo con mi invento al agua. Tenía amigos que hacían pesca submarina, que es de donde yo venía también en mis inicios.

Empezamos a ser un grupo grande de personas que practicaban la actividad y decidimos que nos teníamos que agrupar para que la gente lo conociera más.

Y.- Se convirtió en todo un referente del buceo y en el único centro que se dedicó al escafandrismo civil en nuestro país, se ocupó de labores de salvamento y rescate e incluso el manual ahí editado sirvió como guía en las actividades formativas de la marina militar de algunos países sudamericanos. ¿Cómo recuerda aquella época?
E.A.-
Sí, fue el primer centro en España y de los primeros en Europa. Poco a poco tuvimos más gente que seguía nuestros pasos y empezamos a hacer cursos y, además todo hay que decirlo, disfrutábamos haciéndolo porque nos dábamos cuenta de que abríamos la puerta a todo el mundo que no lo conocía.

A pesar de estar en Barcelona, con el Mediterráneo al lado… se vivía de espaldas al mar. No había ningún centro de inmersión, se fue extendiendo y hoy en día hay muchas personas que lo practican.

Eduard con un timón de profundidad


Y.- Hace 4 años realizó una expedición a Cuba en la que pudo estudiar el comportamiento de los tiburones tan de cerca que se vio rodeado por ellos. ¿Cómo fue esa experiencia?
E.A.-
Fue una experiencia muy importante, cuando te metes dentro del mar tienes la sensación de “territorio comanche” y de que los tiburones están ahí para comerte; pero el temor y el respeto no tienen que poder más que el conocimiento.

Hay muchos tiburones en Cuba, los Jardines de la Reina son, sin duda, un lugar excepcional. Yo me fui allí y buceé con los tiburones, hace solo 4 años, me fui ex proceso y fue una experiencia excepcional, tanto es así que si voy a algún sitio en el que sé que habitan tiburones y no los encuentro, no me siento contento.

Cuando entras en su territorio tienes que ser respetuoso, es la única forma de que el tiburón te acepte. Te verá como un animal raro, pero no te hará nada. Es potencialmente peligroso, sí, pero no es cierto que sea un devorador de hombres. Su régimen es comer pescado, pero puede haber una serie de circunstancias o de condicionamientos que le lleven a confusión, a confundirte con las focas… Pero cuando lo muerde ve que no es una foca, que no es lo que le gusta... y si a eso le sumamos el traje de goma… (risas).

Bailando con tiburones


Y.- A lo largo de todos estos años, ¿ha tenido algún susto?
E.A.-
No, susto como tal no, pero sí lo que se llama “estrés de buceo”. Por ejemplo el verte rodeado de 40 o 50 tiburones… te provoca estrés, pero ese estrés lo olvidas, porque te das cuenta de que es un animal curioso y viene a verte pero no a atacarte. No es un susto pero si una experiencia.

A lo largo de toda mi vida he estado cerca de tener algún ataque. Recuerdo uno en el Mar Rojo, donde un tiburón sí que se lanzó a morderme las piernas al ver que se asomaban y movían a través de los corales. Pero entonces me vio salir y dio una vuelta rapidísima; se asustó y yo me asusté. De hecho, ¡creo que se asustó tanto como yo! (risas).

Fue una experiencia que cuento, pues me resulta anecdótica. Pero, aunque ellos son unos animales serios, a veces los ves pasar, sonríen… y cuando sonríen te muestran todos sus dientes… y dices: ¡caramba! ¡Esta dentadura puede ser peligrosa! (risas).

Tuve que ir con mucho cuidado, la sensación de peligro existe, a los tiburones hay que respetarlos, hay que aceptar sus normas, no hay que ser agresivo, no hay que disputarle su comida… Si no pescas en su territorio, no te meterás en problemas.

Equipo de buceadores


Y.- ¿Cuál es la zona en la que ha buceado que recuerda con mayor cariño o en la que ha vivido mejores sensaciones?
E.A.-
Me dicen muchas veces que qué sitio me gusta más, que si he estado en muchos mares… La verdad es que he visitado muchos países, sobre todo tropicales, más de los que yo pensaba pero menos de los que desearía. Con 91 años me he dado cuenta de que he buceado en 10 ó 15 puntos, pero a estas alturas no voy a poder ir jamás. Conozco una pequeñísima parte, quizá tendría que vivir otras 3 vidas más para poder conocerlo todo, o casi todo.

Si algún día me tengo que marchar de este mundo lo echaré mucho de menos.

Y.- Tuvo sus primeros coqueteos con el buceo al practicar pesca submarina, pero se arrepintió al ver que los peces también sufren. ¿Cree que podríamos respetar más el medioambiente?
E.A.-
Siempre digo una cosa y es que en el mar se puede entrar o en son de guerra o en son de paz. En son de guerra se entra con un fusil en la mano y para matar peces; entrar en son de paz es entrar con los ojos muy abiertos, ver el terreno de los peces, saber que estás en su territorio y disfrutar viendo lo que es el mundo submarino.

Le apasionan los tiburones


Al principio de mi afición empecé mal haciendo pesca submarina, pero luego me di cuenta de que esa no debe ser la finalidad de visitar el fondo del mar. Si mato peces no veo el paisaje, no siento la experiencia de respirar como ellos bajo el agua porque voy en apnea… era un camino equivocado y cambié el fusil por la cámara submarina: yo no mato, capturo imágenes.

La pesca marina es la antítesis al buceo, ellos quieren matar peces, el objetivo de los buceadores es ver el fondo del mar, reconocer que estás en el territorio de los peces y no matarlos, sino captar su amistad. Escribí el libro “Mis amigos los peces”. El motivo fue que llegué a conquistar su amistad, estaban en un estado totalmente libre, no conocían al hombre nada más que cuando bajábamos nosotros. Cuando ellos vieron que nosotros metíamos ruido pero no les acosabamos sino que les dábamos comida… empezaron a confiar en nosotros. Nos hicimos amigos.

Eduard en una inmersión


Y.- Según tengo entendido ha transmitido su pasión por el buceo a su hija y su nieta. ¿Suele practicar a menudo este deporte con ellas?
E.A.-
Sí, lo hago con mi hija y mi nieta. Ahora tengo un bisnieto pero soy consciente de que no me dará tiempo bucear con él. Pero eso sí, ¡que me quiten lo bailao! (risas)

Y.- ¿Ha practicado otros deportes de aventura a lo largo de su vida?
E.A.-
No deportes de aventura como tal pero siempre he sido muy deportista, creo que es una actividad para mantenerse joven y apartarte de otros problemas. He practicado atletismo, pelota vasca, levantamiento de peso, natación…