A lo largo de los siglos, el ser humano ha conquistado mares y océanos en su afán por explorar cada rincón del mundo. Desde Ulises y los héroes de periplos y odiseas, hasta los navegantes fenicios, los antiguos exploradores vikingos y los descubridores de América y las Indias Occidentales durante la época de dominio marítimo de los marineros españoles y portugueses... La supremacía tecnológica, económica y militar siempre ha estado ligada al control de los mares.

Desde los primeros navegantes, la humanidad ha buscado respuestas que expliquen los principios que rigen la naturaleza de los océanos y lo que ocurre bajo su superficie. Antes incluso de la necesidad de bucear, surgió un profundo conocimiento de la navegación, ya fuera a vela o impulsada por la fuerza humana mediante remos.
Es probable que uno de los motivos de este interés fuera la explotación de los vastos recursos que el mar ofrecía. La recolección y pesca de numerosas especies para su comercio, tanto para alimentación como para uso ornamental en la creación de joyas y objetos decorativos, ha sido el objetivo de muchas comunidades costeras.

Las evidencias de los intentos más antiguos los encontramos en conchas halladas en yacimientos prehistóricos, en esponjas recolectadas por buzos en Creta, perlas y corales comercializados en Egipto desde el 3500 a.C., o perlas y nácar provenientes de la India que se vendían en el Mediterráneo alrededor del 1200 a.C.
De esta faceta como navegantes, surgió la necesidad de recuperar los restos de embarcaciones que, por diversas razones, terminaban hundiéndose o perdían parte de su carga en el mar. Cuando esto ocurría en aguas poco profundas, muchos se apresuraban a intentar rescatar su mercancía. Lo cual resultaba extremadamente difícil cuando solo unos metros de agua los separaban de los restos sumergidos.
Tampoco debemos olvidar el propósito militar detrás de las primeras inmersiones. Atacar embarcaciones enemigas sin ser detectados por los soldados requería un acercamiento con gran cautela bajo el agua.
Otros científicos sugieren que la fascinación del hombre por el mar podría deberse a la necesidad de regresar a sus orígenes. El origen y la evolución de las especies en la tierra provienen de una transformación durante millones de años de formas de vida que surgieron en los océanos y luego poblaron la tierra. Este antiguo legado podría explicar la atracción que siempre ha sentido el ser humano por descubrir qué hay bajo las aguas.

Nuestra naturaleza de mamíferos requiere una renovación constante del aire que respiramos para sobrevivir. Las aguas que forman los mares no son nuestro medio natural, por lo que las primeras incursiones se limitaban a breves periodos en los que contenían la respiración en apnea. Otro obstáculo importante era la poca visibilidad debido a la refracción de la luz bajo el agua, lo que dificultaba enormemente la recolección de objetos y la pesca con flechas y arpones.
El largo camino que ha marcado la evolución de las técnicas y materiales de buceo comenzó hace más de 7,000 años y continúa cada día con nuevos avances...
En la actualidad, todavía estamos lejos de colonizar los fondos submarinos y, en el futuro, se producirán numerosos e increíbles descubrimientos en la conquista del mundo submarino, que ampliarán el limitado tiempo de inmersión del que disponemos hoy en día.