Aunque parezca mentira, los primeros equipos de buceo llevan muchos años en uso. Actualmente, cada uno de los materiales de buceo están a la vanguardia, pero sus orígenes se remontan cientos de años atrás.
La primera máscara
El buceo es uno de los deportes acuáticos más antiguos que existen, por ello desde tiempos inmemoriales se buscó una solución para que el ojo humano pudiera ver correctamente bajo el agua. En este caso, los artesanos de la antigua Grecia se las ingeniaron para fabricar, posiblemente, las primeras máscaras de buceo, hechas de madera y vidrio acoplado.
Ya en la Edad Media, los pescadores del Golfo Pérsico usaban una máscara hecha con caparazón de tortuga pulido que terminaba siendo transparente como el cristal, según relata el viajero marroquí Ibn Batuta en el año 1331.
Aunque no fue hasta 1935 cuando se produjeron industrialmente en Francia las primeras máscaras de hule y vidrio, que han evolucionado hasta llegar a las que hoy podemos usar si queremos practicar buceo.
Los antecedentes del snorkel
El snorkel como lo conocemos hoy en día tiene un origen realmente inspirador y fascinante. Allá por el año 360 a.C., Aristóteles en su obra Problemata donde se habla todo lo relacionado con la explicación del hombre bajo el agua, relataba cómo hombres equipados con una "trompa de elefante", exploraban los fondos marinos.
Muchos años después, el romano Plinio el Viejo (32-79 d.C.), en su libro "Historia natural" (escrito en el 77 d.C.) cuenta cómo soldados en sus acciones en el agua usaban un snorkel en el que un extremo se metía en la boca y el otro extremo se mantenía a flote sujeto a un odre lleno de aire.
Aire almacenado en recipientes
Durante siglos, la humanidad buscó la forma de usar recipientes que contuvieran aire para poder respirar bajo el agua. De esta búsqueda surgieron las campanas o "lebetas" griegas. Aristóteles relata cómo, en el año 360 a.C., los hombres que se dedicaban a recolectar diversas especies, usaban grandes campanas lastradas para respirar el aire de su interior. Los buzos en apnea entraban para respirar y salían para seguir trabajando, sin tener que regresar a la superficie cada vez.
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El uso de infinidad de tipos y diseños de campanas se prolongó por cientos de años, con la técnica del buceo en apnea, cuya eficacia estaba limitada a la capacidad de aguantar la respiración de quienes lo practicaban. El aire contenido en la campana iba disminuyendo su porcentaje de O2 y aumentando el de CO2, dependiendo del número de buzos que la usaban, del volumen que contenía y de la profundidad a la que se encontraba.
El aire se mantenía a presión ambiente, al estar abierta por abajo y entrar agua que comprimía el aire existente en su interior. Existieron campanas de distintos tamaños individuales: con las que el buzo podía desplazarse unos metros caminando por el fondo, como la del alemán Kessler; fijas sobre embarcaciones de mayor tamaño y, por tanto, autonomía, que podían ser usadas por varios al mismo tiempo para recolectar objetos.
El mundo del buceo es realmente fascinante. Su historia y cómo desde tiempos inmemoriales, se ha trabajado para lograr que las inmersiones, sin importar el lugar donde se realicen, fueran lo más satisfactorias posible.