Ofertas de Parques de Atracciones España

1. Deja volar tu imaginación con un mundo de nuevos estímulos:

cualquier visita a un parque de atracciones se marca con rotulador rojo en el calendario y empieza con una impaciente cuenta atrás. Esta acaba por fin cuando llega la esperada fecha en la que coges la mochila y sales pitando hasta sus puertas. Es algo que, a no ser que trabajes en uno de ellos, no haces todos los días, y despierta hasta el más dormido de tus sentidos. Nada más llegar ves calles inundadas de colores vivos, personajes con trajes de fantasía y música resonando en cada esquina. Por si esto fuera poco, en las atracciones eliminarás tus bloqueos mentales y físicos mientras liberas la conocida adrenalina y la no tan famosa dopamina. Te relajarás y estarás más alegre.

3. Un lugar para todos y cada uno:

desde el bebé que aún va en el carrito hasta el que presenta el carnet de la tercera edad en la taquilla, tiene atracciones que le irán como anillo al dedo. No importa como seas ni quienes te acompañen porque estos parques ofrecen espacios para absolutamente todos: montañas rusas con pendientes que se ríen del Himalaya, caídas libres casi como las del puenting y tranquilos paseos en trenecitos como salidos de un cuento. La única desventaja es que no tendrás excusa si se te ha pasado por la cabeza dejarte a alguien en casa. Además, siempre hay tarifas infantiles y senior con as que te beneficiarás de un precio reducido si vas en familia.

5. Ni siquiera tendrás que hacerte el bocadillo:

El pan de sándwich y el papel de aluminio han dejado de ser imprescindibles en estas visitas. Los restaurantes y cafeterías tematizadas han tomado gran parte de los parques de atracciones para que en cualquier momento puedas pararte a comer. Aléjate de la antigua idea de que es más caro que comprarte la comida fuera. Encontrarás desde bocatas por poco más de un par de euros hasta menús de tres platos para darte un lujo. Además no te saldrás del ambiente porque hasta los vasos están decorados y evitarás comerte el pan correoso después de una mañana mareándose en tu bolsa.