Cuando vas a practicar deportes de aventura lo primero que debes tener claro es que en algunos casos necesitarás tomar clases, pues hay técnicas que no puedes adquirir si no es a través de un breve curso de iniciación. En este caso, si vas a esquiar no lo pienses mucho y consulta a las empresas de tu estado.
Una vez que empieces con la iniciación en el esquí y ya te hayas familiarizado con el funcionamiento y control del equipo, lo que necesitas es ganar confianza y progresar poco a poco. Después de algunas clases ya estarás listo para avanzar más.

Ahora es el momento de adquirir un poco más de velocidad y empezar a sentir que realmente estamos esquiando. Para ello es necesario buscar una pendiente más pronunciada subiendo una parte de la ladera, lo que nos evitará el molesto esfuerzo de empujar los bastones y nos permitirá ganar velocidad para empezar a deslizarnos. Hay dos formas de subir la ladera: en escalera y en tijera.
En escalera
Realizamos aperturas paralelas en posición perpendicular a la pendiente natural de la ladera; se trata de abrir y juntar. Partiendo de una posición con los esquís paralelos, separamos primero el esquí de la montaña (el de arriba) y luego el del valle se junta con él, tratando de no perder el paralelismo.
Para esto, es muy importante no abrir más la cola que la punta, porque si no terminaremos yéndonos hacia el valle, tanto de espaldas como de frente. Podemos usar los bastones, alternando y sincronizando los movimientos de apoyo para ganar estabilidad y equilibrio.

Al subir una ladera con mucha inclinación o de nieve dura, debemos asegurar que nuestras tablas se sujeten bien sobre la nieve. Para ello, es fundamental usar el canto de los esquís, clavándolos con fuerza en la nieve. Solo hay que inclinar un poco las rodillas hacia la montaña y sentir que el canto de nuestro pie está asegurando nuestro paso. De lo contrario, los esquís tenderán a resbalarse y buscar la pendiente, al no encontrar el agarre necesario.
Subir la ladera es un ejercicio muy útil; con él aprendemos a usar los cantos de los esquís y, por lo tanto, a controlar nuestra estabilidad en la pendiente cuando estamos parados.
En tijera
Consiste en abrir, de espaldas a la pendiente, la parte delantera de las tablas y cerrar las colas tratando de no pisárnoslas, mientras apoyamos los bastones detrás de nosotros.
La imagen que obtenemos es la de una tijera -de ahí el nombre-. Es importante que los movimientos se hagan despacio, coordinando cada miembro. En este caso los cantos deben clavarse hacia adentro para asegurar un agarre efectivo. La apertura de los esquís será tan grande como necesitemos.
Nosotros mismos, considerando la fuerza de atracción de la pendiente, abriremos una "tijera" más grande o más pequeña, según lo requiera el terreno. Es una forma un poco más técnica pero que resulta más rápida que la anterior.
Conviene aprender a independizar el torso de las piernas, a coordinar los movimientos de piernas y pies. No será el cuerpo el que te lleve de un lado a otro sino los movimientos de las extremidades.
El descenso directo y los ejercicios que mejorarán nuestro equilibrio
Los siguientes ejercicios requieren una pendiente un poco más pronunciada, que permitirá aumentar la velocidad del deslizamiento.
La posición natural del esquiador será la misma descrita anteriormente; nuevamente es importante no echarse hacia atrás y tratar de separar los brazos del cuerpo, con una semiflexión del codo que nos permita llevar los bastones atrás también. Es como si nuestro cuerpo viajara sobre las piernas, que se moverían al mismo tiempo en bloque hacia la dirección deseada.
Y es fundamental que el peso del cuerpo se distribuya uniformemente sobre ambos pies, evitando la tendencia a cargarlo más sobre un pie que sobre el otro.

El terreno óptimo para realizar el ejercicio es una pendiente con final plano o incluso con una ligera contrapendiente que nos frene naturalmente, sin necesidad de maniobras adicionales. Ya aprenderemos a frenar, por ahora no se preocupen por esto, si respetan el terreno elegido no necesitarán saber frenar.
Para iniciar el primer descenso es necesario colocarse viendo hacia el valle.
El primer paso consiste en clavar los bastones frente a nuestros esquís, inclinando hacia nosotros los puños de los mismos para evitar perder el control. Y comenzaremos a abrir y juntar las colas de los esquís, como las manecillas de un reloj pero manteniendo siempre la distancia entre las puntas.
Es como girar alrededor de ellas apoyándonos para ello en los bastones. De este modo, nos movemos en círculo buscando que los esquís y nuestra posición miren a la pendiente pero evitando que se vayan antes de tiempo.
Una vez hecho esto, con calma y recordando la posición que debemos adoptar, dejamos de hacer fuerza sobre los bastones e iniciamos el descenso. Es probable que sientas una inercia que te jala hacia atrás pero conviene mantenerse firme y no dejarse llevar por el pánico. Deja que termine el deslizamiento cuando se acabe la velocidad.
Es útil repetir estos ejercicios varias veces para acostumbrarnos a la nueva sensación. También es bueno practicar ahora, con un poco más de velocidad, los ejercicios que vimos estando parados.

Salimos, y durante el deslizamiento:
- Levantamos un esquí, y luego el otro.
- Damos un saltito, luego otro.
- Giramos el cuerpo hacia un lado y luego hacia el otro.
- Hacemos flexiones y extensiones.
Es muy importante, una vez más, tratar de distribuir nuestro peso por igual sobre las piernas. Debemos sentir la misma presión sobre ambos pies y comprobar que tanto la punta como la cola de los esquís no tiemblan. No deben moverse sin control sino mantenerse firmes sobre la nieve. Poco a poco aprenderemos a adoptar las posturas adecuadas que nos permitan mantener el equilibrio y la estabilidad sobre las tablas, de forma que logremos un mejor control sobre nuestros movimientos.