Uno de los grandes atractivos del buceo, que lo convierte en uno de los deportes de aventura más interesantes, es poder descubrir partes de la historia de la humanidad ocultas bajo el agua, como es el caso de los pecios. En esta ocasión, hablaremos de uno de los más colosales que se conocen.

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Ancla del Amoco Cádiz


El Amoco Cádiz

El Amoco Cádiz, un petrolero estadounidense registrado bajo bandera de Liberia, puede considerarse el pecio hundido accesible más grande del mundo, al encontrarse a solo 35 metros de profundidad. Con 334 metros de eslora y más de 250,000 toneladas de desplazamiento, es un coloso hundido a unas tres millas del puerto de Portsall, en la Bretaña francesa, sobre unos arrecifes llamados Rochers de Portsall.

Hundido en 1978, su naufragio representó una de las mayores catástrofes ecológicas ocurridas en el mar. Se estima que 223,000 toneladas de crudo se esparcieron por las corrientes y mareas a lo largo de 400 kilómetros de las costas atlánticas que rodean el Canal de la Mancha. Debido al estado del mar, no fue posible extraer el petróleo de los tanques mediante bombas succionadoras.


Hundimiento Amoco Cadiz



El derrame afectó gravemente al ecosistema marino, contaminando la zona durante más de 5 años y matando a miles de aves y especies submarinas. Las labores de limpieza se llevaron a cabo durante estos años, y gracias a ello, la magnitud del desastre comienza a olvidarse. La zona se ha recuperado casi por completo, y la vida ha vuelto a colonizar los fondos marinos, engullendo este extraño coloso entre sus fauces.
El desastre

Tras cruzar el Atlántico y entrar al Canal de la Mancha, el barco se topó con una tormenta con vientos del suroeste de más de 100 kilómetros por hora.

En esta zona del Atlántico norte, las corrientes, que superan los 10 nudos (18 km/h), y los vientos huracanados que generan olas de más de cinco metros, han hundido miles de embarcaciones de todas las épocas.

Buceando junto al pecio


El 16 de marzo de 1978 por la mañana, mientras navegaba frente a las costas de la isla bretona de Ouessant, sufrió la rotura del sistema hidráulico del timón. Sin control en medio de la tormenta, pidió ayuda por radio.

En su auxilio acudió el remolcador alemán Pacific, al mando del capitán Hartmut Weinert. Tras una dura negociación sobre las condiciones económicas del rescate entre él y el capitán del Amoco Cádiz, el italiano Pasquale Berdari, el petrolero intentó ser remolcado lejos de la costa. Sin embargo, las amarras se rompieron y el desenlace fatal se aceleró. Tras encallar en los arrecifes de Rochers de Portsall, el barco se partió en dos, derramando su carga mortal sobre las ricas aguas atlánticas.

Durante más de un año, la proa del Amoco Cádiz sobresalió en la superficie, apuntando al cielo, como resistiéndose a ser tragada por completo. Finalmente, se hundió, y hoy sus restos yacen a 35 m de profundidad.


Popa del Amoco Cadiz


La inmersión en el coloso

Lo primero que debemos saber antes de aventurarnos a bucear aquí es que el buceo en toda la zona está prohibido y se requiere un permiso especial de las autoridades francesas, que no está al alcance de buceadores recreativos, ya que muchos de los explosivos que la Armada francesa lanzó desde helicópteros en 1978 para abrir el casco y acelerar la salida del petróleo aún no han detonado. Además, debido a la profundidad y las fuertes corrientes que azotan la zona, lo que complica la visita y las paradas de descompresión, esta inmersión es solo para buceadores altamente experimentados.

El mejor momento del día es el cambio de marea, cuando termina la pleamar y comienza la bajamar.

Haciendo una inmersión desde barco


En este lapso, que dura aproximadamente una hora, la fuerza de las corrientes disminuye un poco, permitiendo observar parte de los restos, ya que explorar el pecio completo es prácticamente imposible debido a su tamaño y requeriría varios días.

Al descender, lo primero que encontramos es el espejo de popa, ubicado muy cerca de la superficie, a solo 5 m de profundidad. Descendiendo por su costado de babor, protegidos de la corriente, podemos recorrer la cubierta cubierta de algas laminarias que se entrelazan entre las tuberías de petróleo. Kilómetros de tuberías que transportaban el oro negro entre los tanques del Amoco Cádiz.

El costado de babor descansa sobre la arena del Atlántico, que poco a poco va tragando los restos del casco. La fuerza del mar y el oleaje mueven las algas y la arena de un lado a otro. Es difícil mantener la posición debido al empuje del agua sobre el casco. Otro factor a considerar es el efecto sifón, que puede succionarnos a través de una compuerta o agujero exterior por el efecto de otra ola en un agujero conectado.


Pecio Amoco Cadiz



Numerosos pececillos buscan refugio entre las planchas de acero cubiertas de algas. En el azul, bancos de pequeños peces, como anchoas y sardinas, forman nubes a su alrededor.

La salida la haremos regresando hacia popa, donde podremos hacer las paradas de descompresión hasta 5 m, sujetándonos a la estructura del pecio.

En cualquier caso, debemos planificar la inmersión con cuidado, ya que es imposible explorar todos los restos. Necesitaremos varias inmersiones para recorrer este inmenso pecio en todo su esplendor.

Tres décadas después

Tras más de treinta años del naufragio, la fauna y flora de esta zona se han recuperado con dificultad. Desastres como el del Amoco Cádiz persiguen las costas francesas, y en 1999, el Erika volvió a sembrar la desolación en aguas atlánticas, derramando 8,000 toneladas de crudo.

Un par de buzos con un pecio


Las autoridades francesas, a pesar de haber modificado el sistema de separación de tráfico y la coordinación del antiguo sistema individual de guardacostas, se ven incapaces de enfrentar un problema que amenaza con acabar con la vida en sus aguas.