“Carnatic”, así bautizaron en los astilleros de Samuda Bros en Londres a este “Steamer”, nave propulsada a vapor (aunque también podía navegar a vela) de 1.776 toneladas y 90 metros de eslora, cuando lo botaron en diciembre de 1862. Un año más tarde ya pertenecía a la compañía naviera P&O donde se encargaría de trasladar pasajeros desde Suez a China, pasando por Bombay.

Realizaba pues, la segunda parte del viaje que muchos colonos emprendían desde la metrópoli hasta las colonias del Imperio Británico. Por aquel entonces, aún no existía el Canal de Suez, por lo que las navieras llevaban a sus pasajeros hasta Alejandría y, desde allí, éstos tenían que hacer el viaje por tierra hasta Suez, donde eran de nuevo embarcados, evitando de esa manera la peligrosa ruta que rodea África.


El Carnatic


Su último viaje

Durante la segunda semana de septiembre de 1869 el Carnatic, al mando del Capitán Philip Buton Jones, se encontraba en Suez disponiendo su carga, esta vez además de 34 pasajeros y 176 tripulantes, llevaban a bordo una valiosa carga de algodón, planchas de metal, correo y 40.000 libras en metálico, destinadas a la Casa de la Moneda de la India.

Por fin el domingo 12 de septiembre el Carnatic puso rumbo a Bombay. El capitán Jones conocía bien esta ruta y sabía de los peligros que acechan en el Golfo de Suez, por eso se apostó en el puente de mando día y noche para dirigir personalmente las maniobras de navegación en esta zona. Mantuvo una velocidad constante de 11 nudos hasta que vieron la luz del faro de Ashrafi, lo que ocurrió a las 23:40, justo cuando se producía el cambio de turno y entraba de servicio el segundo de a bordo.

Todo parecía ir bien, a la una de la mañana el segundo avistó a proa la isla de Shadwan, pero, inexplicablemente, el timonel cambió el rumbo a 46º y gradualmente a 51º. Tan sólo 18 minutos más tarde estaban encima de los arrecifes y, aunque cambiaron inmediatamente el rumbo poniendo los motores a toda máquina, ya era tarde, chocaron con la barrera de coral que rasgó el casco por estribor.


Un pecio impresionante


El capitán, en cuanto se dio cuenta del desastre evaluó los daños y consideró que podrían mantener de momento a flote el barco achicando agua y echando por la borda una buena parte de la carga de algodón, por lo que decidió que era más seguro que tanto la tripulación como los pasajeros permaneciesen a bordo.

Al día siguiente, el barco, a pesar de que hacía aguas, todavía se mantenía a flote y en relativa buena forma, con las bombas achicando constantemente. Los pasajeros estaban tranquilos, por lo que el capitán decidió esperar.

Una esperanza que no llegó a tiempo


El Sumatra, otro barco de la misma compañía debía pasar por allí rumbo a Suez ese mismo día y el capitán esperaba que les pudiese rescatar, evitando de esa forma tener que evacuar a 210 personas, entre pasajeros y tripulación, hasta la lejana isla de Shadwan, eso, sin tener en cuenta, las privaciones que pasarían hasta que fuesen rescatados de ella. Así que decidió servir la cena a bordo.

La tripulación se pasó las horas buscando en el horizonte la figura del Sumatra, pero no lo avistaron. El capitán decidió pasar otra noche en el barco, confiando en que éste resistiría, a pesar de las súplicas de algunos pasajeros de ser evacuados.

A las 2 de la mañana del día 14 el agua llegó al nivel de las calderas, fue definitivo, el barco se hundía sin remedio, pero el capitán todavía esperó hasta las 11 de la mañana antes de permitir que los primeros pasajeros abandonasen el barco, confiado en el paso del Sumatra. En el preciso momento en que las mujeres y los niños subían al primer bote, el Carnatic se partió en dos y la popa se hundió en cuestión de minutos llevándose por delante la vida de 5 pasajeros y 26 tripulantes. Treinta y cuatro horas a flote encallado sobre un arrecife de coral habían sido demasiadas.


Conoce todos sus secretos


El resto del barco tampoco tardó mucho en sumergirse, la gente, ya en el agua, luchaba por sus vidas entre los restos del barco, hasta que conseguían alcanzar algunos de los botes salvavidas que permanecían a flote. Una vez a salvo, los hombres se turnaron para remar día y noche hasta la isla de Shadwan, sorteando más arrecifes de coral.

Ya en tierra firme el algodón que había llegado también hasta allí arrastrado por la marea les ayudó a mantenerse secos hasta que por fin avistaron al tan ansiado Sumatra.

A su regreso a Suez, el capitán fue requerido en Inglaterra para una investigación oficial sobre lo ocurrido. El contramaestre fue encontrado culpable del naufragio al no comprobar la posición del faro sobre el mapa y sancionado con nueve meses sin poder embarcarse en ningún buque. El capitán Jones, un joven pero experimentado navegante, con experiencia sobrada en las rutas a Asia y al otro lado del atlántico, no volvió a embarcarse jamás por voluntad propia.

La inmersión en los restos del Carnatic

Este estupendo pecio se encuentra en el arrecife de Sha´b Abu Nuhas, dos millas más al norte de la isla de Shadwan, a la entrada del estrecho de Gobal, en dirección hacia el canal de Suez.

Situado junto a la base del arrecife entre los restos de otros dos grandes pecios, el “Ghiannis D” y el “Chrisoula K”, es posible una visita muy superficial a estos tres fantásticos pecios en una sola inmersión.


Conoce todos sus secretos


El Carnatic se encuentra apoyado sobre el costado de babor en un fondo de arena y pequeñas rocas, a una profundidad de 27 metros. La proa, situada mirando hacia el este, es la parte más superficial y descansa sobre la pared del arrecife a 18 metros, mientras que la hélice yace a 27 metros sobre el fondo. El barco se partió en dos antes de hundirse, pero curiosamente, reposa prácticamente unido.

La popa es una de las partes del barco más interesantes. A la hora de bucear os recomendamos comenzar el recorrido por aquí, ya que es el punto que se encuentra a mayor profundidad.

Está prácticamente intacta y podremos observar el castillo de popa con sus siete interesantes ventanas cuadradas y, bajo ellas, el timón y la gran hélice de tres palas de este precioso barco, uno de los últimos de su clase, propulsado a vela-vapor.

Continuando el recorrido por cualquiera de sus costados, observaremos los pescantes de los botes salvavidas, arriados para evacuar a la tripulación y el pasaje momentos antes de su definitivo hundimiento.

El barco, construido en acero y madera se encuentra en buen estado general, aunque todas las partes en que se utilizó este último material, prácticamente han desaparecido.

Otra de las zonas que no debes dejar de visitar, es su interior. De fácil acceso y tránsito, podrás recorrer el espacio interior entre la desaparecida cubierta y bajo ella, en un fantasmagórico paseo, las estructuras de acero que soportaban todo el entramado interior del pecio. Bien iluminada por las múltiples oquedades que permiten el paso de la luz natural, conviene llevar un foco para captar todos los detalles y observar la vida interior que ha colonizado estos restos, como infinidad de alcionarios de todos los colores.


Descubrirás un lugar increíble


En las bodegas aún encontraremos restos de la carga, como fardos de algodón y metal, y con un poco de suerte, alguna moneda de las 18.000 libras que la leyenda dice que jamás se recuperaron. Hacia la mitad de los restos encontraremos la gran caldera de carbón y el motor de cuatro cilindros invertidos que propulsaban la nave.

Por último, visitaremos la parte menos profunda del pecio, la proa, que se haya a 18 metros recostada sobre el arrecife. Observaremos un gran aro de cobre que un día sujetó el bauprés. Bajo él, se haya el mascarón de proa y desde allí, aún hoy día es posible adivinar el nombre de este pecio.

Para finalizar la inmersión ascenderemos a superficie por la pared del arrecife, donde contemplaremos, al igual que en los alrededores e interior de los restos, numerosos peces de arrecife, entre los que destacan los omnipresentes meros del coral (Cephalopolis miniata) y peces león (Pterois volitans).