Para muchos, el mejor pecio del mundo

Es uno de los pecios míticos para los amantes del submarinismo. Y no es para menos, se conserva prácticamente intacto y en sus bodegas se encuentra uno de los mayores “museos” de la II Guerra Mundial. Municiones, torpedos, jeeps, motocicletas BSA y Norton, neumáticos, tanques, locomotoras, cañones antiaéreos y toda una serie de objetos pertenecientes a los pertrechos del ejercito aliado están allí, como si no hubiese pasado el tiempo sobre ellos, aunque sí el mar, el fantástico Mar Rojo egipcio.

Una historia corta pero intensa

El Thistlegorm fue construido en Sunderland (Inglaterra) en 1940, en los astilleros de la firma Joseph Thompson y Sunderland Sons. Contaba con 126, 5 metros de eslora y era capaz de desplazar 4.898 toneladas. Desde el momento que se botó, el 9 de abril de 1.940, y dada la situación por la que pasaba Europa, fue destinado a la guerra.

Restos del naufragio


Al mando del barco se puso al Capitán Ellis. Solamente hizo cuatro viajes a bordo del Thistlegorm. A la vuelta del tercero, a las Indias Occidentales a por azúcar y aguardiente, se le envió con todo un cargamento de provisiones militares para ayudar en la ofensiva de las fuerzas aliadas al mando del general Montgomery, en el norte de África, contra “el zorro del desierto”, el general Rommel, que, por aquel entonces, se lo estaba poniendo más que difícil a los aliados.

Dado que el Mediterráneo estaba completamente vigilado por los cazas alemanes, la ruta más segura era rodeando África, doblando el Cabo de Buena Esperanza, hasta llegar por el este al Mar Rojo. Justo cuando entraban en el Golfo de Suez, el barco recibió ordenes de anclar y esperar instrucciones, era la tercera semana de septiembre.

No era fácil atravesar el Canal de Suez, la presencia de la aviación enemiga era constante, además del flujo de barcos (en aquel momento habían colisionado dos naves a su entrada y se encontraba colapsado). Esto hizo que el Thistlegorm tuviera que esperar dos semanas. Aun así el capitán no estaba preocupado, era raro ver aviones alemanes tan al sur, pero la coincidencia quiso que la inteligencia germana recibiese información sobre un convoy británico, en el que podría estar el Queen Mary, que se dirigiría hacia el Canal con tropas destinadas al Norte de África.

La noche del 5 de octubre de 1.941 dos Heinkels alemanes salieron de su base en Creta con la orden de “hundir y destruir” a ese posible convoy. Ayudados por una noche de luna llena perfectamente clara, hicieron el viaje sin problemas y buscaron denodadamente los barcos que habían ido a destruir. No los encontraron.


II Guerra Mundial presente

Cuando ya regresaban a la base, casi sin combustible en sus tanques, localizaron a un barco inglés anclado en el Golfo. Volvieron sobre sus pasos y lanzaron dos certeras bombas en su puente, una de ellas penetró hasta las bodegas haciendo estallar parte de la munición, la explosión fue tremenda. Era la 1:30 de la madrugada del 6 de octubre de 1.941. De los 49 hombres que formaban la tripulación, 9 murieron en el ataque.

El barco se hundió casi inmediatamente, la tripulación tuvo que abandonar el barco lo más rápidamente posible en los botes salvavidas. Los supervivientes fueron rescatados por el HMS Carlisle y trasladados hasta Suez desde donde fueron repatriados.

Las inmersiones en el Thistlegorm

Hoy en día, las 9.000 toneladas del buque descansan divididas en dos partes sobre un fondo de arena situado a treinta metros de profundidad. La nave se encuentra en posición de navegación, con la proa hacia el norte, como esperando aún pasar el Canal de Suez.

El pecio está situado unas cinco millas al nordeste de Shag Rock, el extremo sur del arrecife Sha´ab Ali, en la entrada sur del Canal. Su posición exacta es latitud 27º 42´00” N longitud 34º 05´00” E. Ésta es una zona de mar abierto fuera del resguardo de vientos y corrientes de cualquier arrecife, lo que hace necesario gozar de unas buenas condiciones marítimas para poder fondear y sumergirse en sus restos.


Un museo subacuático

Habitualmente toda la zona suele estar a merced de fuertes corrientes del norte, que enturbian el agua al remover los sedimentos del fondo. Esto hace que cuando hay buenas condiciones, prácticamente todos los cruceros se encaminen hacia allí. Habitualmente, más de una veintena de ellos comienzan a llegar desde las primeras horas del día, sobre todo en primavera y verano.

El descenso y ascenso debe efectuarse siempre por el cabo de fondeo. Normalmente el divemaster de cada barco desciende a amarrarlo a las estructuras superiores del buque, que se encuentran entre los 12 y los 18 metros bajo la superficie. El continuo trasiego de embarcaciones por la zona hace altamente peligroso regresar a superficie por aguas libres, además, la profundidad media de la inmersión requerirá, casi con total seguridad, realizar alguna parada de descompresión. Será necesario llevar guantes y un potente foco para explorar con seguridad todos los tesoros que guarda en su interior.

La primera inmersión

No es un pecio especialmente complicado, aunque para deambular por su interior es mejor tener una cierta experiencia y un buen control de la flotabilidad, dado que tiene múltiples planchas cortantes y puntiagudas. Será necesario realizar más de una inmersión para observarlo con detenimiento, dado su enorme interés y su eslora. Lo mejor es dedicar una inmersión a la mitad de popa, que descansa sobre el costado de estribor, para poder visitar la gigantesca hélice, los dos cañones antiaéreos, los camarotes de la tripulación y la tercera bodega.


Objetos espectaculares

Ésta es la zona del impacto de las bombas y, entre el amasijo de hierros, podremos descubrir abundante munición, tanques oruga, rifles, bombas, etcétera. A una profundidad de treinta metros y a la altura de la zona más dañada encontraremos, separada unos treinta metros del costado de estribor, una de las dos locomotoras del buque que salió despedida de cubierta producto de la explosión antes del hundimiento. Finalizaremos la inmersión por el cabo de fondeo.

La segunda inmersión

La segunda inmersión nos permitirá recorrer la mitad anterior, visitando la proa situada a 18 metros, con el ancla de estribor fondeada treinta metros por delante y aún colgando en su costado la de babor. Esta zona es la más espectacular del pecio.

En nuestro recorrido por cubierta observaremos los vagones y cisternas que transportaba reposando sobre raíles y un par de enormes torpedos de superficie. Tras recorrer varios compartimentos en el puente llegaremos a la entrada de la primera bodega, de las tres que tenía el buque. Descenderemos hacia su interior, donde descubriremos decenas de motocicletas perfectamente estibadas y reconocibles después de 60 años.

Avanzaremos bajo la cubierta hacia la segunda bodega y descubriremos varios motocarros, camiones, jeeps, cientos de neumáticos y pertrechos como botas, trajes, etcétera. Es posible echar un vistazo en el interior de estos vehículos, aunque será necesario avanzar con cuidado para no levantar los sedimentos de lodo que se encuentran sobre ellos, a nuestro paso.


Submarinista experto



Desgraciadamente, el tiempo pasará mucho más deprisa que nunca y nos veremos obligados a regresar a superficie por el cabo de fondeo.

Tras recorrer esta trágica página de la historia y mientras realizamos la parada de descompresión, aún tendremos tiempo de echar una última mirada a este maravilloso pecio, preguntándonos cuando podremos volver.