El submarinismo ha despertado siempre curiosidad, pues saber qué se esconde bajo el mar es algo que a todos nos llama la atención en algún momento de la vida. Durante casi quince siglos no se producen avances significativos y los fondos marinos continúan albergando todos sus misterios.

Sin embargo, y tras el descubrimiento de América, cada vez es mayor el número de naves que cruzan el Atlántico y recorren la costa del nuevo continente. Hacia 1520, Fernando de Magallanes fue el primero que intentó un sondeo de profundidad en mar abierto. Tras cruzar el estrecho, que más tarde bautizaría, y llegar al océano al que llamó Pacífico, amarró todas las cuerdas que tenía en su nave y lanzó una plomada al agua. Comprobó que el mayor de los océanos tenía más de 180 metros de profundidad.

Historia del buceo


Muchas fueron las naves que naufragaron, por la meteorología y por las batallas, en las aguas costeras de las numerosas islas del actual Caribe. Algunos barcos se enviaban desde Europa a la zona del hundimiento con la intención de recuperar parte de los cargamentos. Mediante el uso de las diversas campanas, los buceadores trataban de recuperar cañones, metales preciosos y cualquier resto valioso de los cargamentos.

Mientras tanto en Europa, con la llegada del Renacimiento, se extiende entre la comunidad científica un renovado interés por la conquista de los fondos marinos. Un ejemplo lo constituye Leonardo da Vinci (1452-1519), que diseñó unos zapatos en forma de barco para caminar por las aguas y una especie de guantes y aletas palmeadas inspiradas en las ancas de las ranas que, junto a una capucha de cuero con un tubo en la boca para poder respirar, formaron el primer equipo ligero de buceo en la historia. Fruto del temor existente en la época a “las bestias marinas” incorpora a su capucha numerosos pinchos, con la finalidad de proteger al buceador de los ataques de los animales marinos.

Años más tarde, el propio Leonardo afirmaría: “Hay mucha malevolencia en el corazón de los hombres como para confiarles el secreto de la exploración submarina, no dudarían en llevar el asesinato a los abismos del mar.”

La evolución fundamental en las campanas submarinas sucedió entre los siglos XVII y XVIII. Los avances consistieron en la incorporación de lastres estabilizadores, la introducción de bancos y taburetes para sentarse en su interior y la realización de pequeñas ventanas o miras de cristal, a través de las cuales se podía observar el fondo y la ubicación de los restos importantes de los naufragios para recuperarlos fácilmente.

Pero el descubrimiento más importante, y que llevaban siglos buscando, fue la manera de introducir aire en su interior, renovarlo y poder permanecer más tiempo bajo el agua.

El famoso astrónomo Edmon Halley consiguió en el año 1690 (basándose en las ideas del físico francés Denis Papin), introducir aire desde el exterior dentro de una campana. En primer lugar introdujo modificaciones en el diseño de la misma, aumentó sus dimensiones (2,50 m de altura y 2 m de diámetro en su base), recubrió ésta de plomo para que aguantara el aumento de presión y mejorara su equilibrio. Introdujo un banco circular en su perímetro para poder sentarse a descansar en su interior.


Evolución de las campanas de buceo

La forma en que renovaba el aire era descendiendo a su lado unos barriles llenos de aire, el cual se vaciaba dentro con unos tubos. El tubo conectado al barril se abría por el otro extremo dentro de la campana. Después se practicaba un agujero en el barril y al ser inundado por el agua, el aire pasaba a su interior. Además, dotó de cierta autonomía a los buceadores, proporcionándoles una pequeña campana de utilización personal, conectada con un tubo a la campana principal. En la prueba buceó con cuatro hombres más, permaneciendo alrededor de una hora a una profundidad de 16 metros.

Pocos años después, el carpintero británico John Lethbridge construyó un cilindro de madera, sujeto por dos aros a unas cadenas. El buceador iba colocado horizontal y tenía dos agujeros que le permitían sacar los brazos por la parte inferior. Respirando el volumen de aire que cabía en su interior, permaneció más de veinte minutos a 16 metros de profundidad. En 1734 en el puerto francés de Marsella, fue utilizado para recuperar el cargamento de monedas de un barco hundido a 10 metros de profundidad. En 1735, recuperó con su equipo en las costas de Portugal, 350 lingotes y miles de piezas entre los restos del Slot Her Hooge, pecio holandés que hacía la ruta de las Indias.

Finalmente, todos los científicos de la época tuvieron claro que el objetivo era introducir aire continuamente en la campana, para aumentar la autonomía de los buceadores. El primero en conseguirlo fue un ingeniero inglés llamado John Smeaton (1724-1792), que conectó unos tubos a la campana unidos a una bomba neumática a través de la cual unos hombres bombeaban aire a presión continua a su interior, desde la superficie.

Sumérgete dentro de una campana


La utilización de las campanas submarinas en España

La primera utilización de una campana en España (1538) no se realizó en el mar, sino en el río Tajo a su paso por Toledo. El inglés John Teniers relató cómo dos buceadores griegos realizaron una demostración en el interior de una campana, permaneciendo durante veinte minutos bajo el agua con unos cirios encendidos, ante el emperador Carlos V y toda su corte. Probablemente, esta experiencia sirvió para que aumentara el interés en aplicar este descubrimiento en la recuperación de cargamentos de naves españolas hundidas. En 1626, el español Núñez Melián, con la ayuda de una campana, recuperó gran parte de los cargamentos de oro y plata de galeones hundidos en el Caribe.

Posteriormente, en el año 1654 y en las aguas costeras de Cadaqués (España), Andreu Ximénez empleó un modelo de campana diseñado por él, para explorar los fondos de este enclave Mediterráneo.

En España, a partir del año 1787, se crearon escuelas de buzos en Cartagena (Murcia), Cádiz y El Ferrol (La Coruña) que aprendían a bucear en apnea con la utilización de campanas para respirar bajo el agua.